Mercedes 500 E.

Mercedes 500 E W124, lobo con piel de cordero y toque de Porsche

El gran protagonista del stand de Mercedes en el Salón de París de 1990 fue una estrella cuyo brillo no llamó la atención en demasía entre el público asistente. Y es que a priori se trataba de un simple Clase E W124, un automóvil que ya llevaba seis años en el mercado y que era muy corriente ver por las calles de cualquier ciudad. Un automóvil de gran calidad y de aspecto sobrio, elegante y agradable, pero nada más… en principio.

La leyenda trasera.

 

Conforme uno se acercaba al coche en cuestión las diferencias empezaban a saltar a la vista. El spoiler delantero era más bajo e integraba los faros antinieblas. Era más ancho de vías para poder albergar unos neumáticos de 225 con llantas de 16 pulgadas y una vez que se llegaba a la zaga, el enigma quedaba resuelto, pues en la esquina trasera derecha podía leerse ‘500 E’, una denominación que no deja indiferente a ningún apasionado del motor.

El spoiler frontal con diseño integral.

Los años 80 fueron toda una explosión en lo que a berlinas deportivas se refiere. BMW y su todopoderoso M5 eran la gran referencia. Mercedes no podía quedarse atrás y como respuesta a los bávaros presentó su 500 E como tope de gama dentro de la Clase E W124. El corazón del 500 E era un motor V8, el denominado M119, con 5.0 litros y 326 CV de potencia, el mismo que empleaba el 500 SL R129, con el que la berlina media de Stuttgart lograba hacer el 0 a 100 en 5,9 segundos, unas cifras de auténtico infarto a principios de la década de los 90 y en un coche de vocación muy burguesa. La velocidad, como siempre, autolimitada a 250 Km/H.

Versión E500 post 1993.

El toque de Porsche

El 500 E era el mejor exponente de una tradición muy propia en la firma de la estrella, colocar su motor más potente en un coche de un segmento inferior, tal y como se hizo en 1966 con el Clase S al equiparlo con la mecánica V8 de 6.3 litros y 250 CV de la limousine 600 W100. El desarrollo del 500 E W124 comenzó en 1987 y Mercedes se lo encomendó a Porsche. Sí, lo han leído bien, la otra gran marca de Stuttgart asumió el desarrollo inicial del primer Clase E de altas prestaciones, y cuando el coche obtuvo el beneplácito, se encargó también de ensamblarlo en su planta de Zuffenhausen. Una vez terminado el montaje, Porsche enviaba los Mercedes a Sindelfingen para su pintado, y regresaban de nuevo a Zuffenhause para su terminación y puesta a punto. Ya desde Sindelfingen eran enviados a los concesionarios de todo el mundo. 

Vista lateral.

En 1993, Mercedes cambia el sistema de nomenclatura de sus coches, y el 500 E pasa a llamarse E500. Igualmente, la división AMG desarrolló una versión más radical, el E60 AMG con el motor M119 potenciado hasta los 381 CV y 6.0 litros de cilindrada, tomando como base el E500. Un total de 10.479 unidades de los 500 E, E500 y E60 AMG se fabricaron de un grueso de más de dos millones de Clase E W124 producidos. El precio del 500 E en su día era de 134.510 marcos alemanes.

Interior sobrio y con clase.

Hoy día es un automóvil muy buscado por los fans de los youngtimers -clásicos modernos- y las versiones de entre 1990 y 1993 son las más cotizadas. La prestigiosa revista ‘Road & Track’ destacó en su día sus magníficas prestaciones siempre camufladas en un automóvil de aspecto sobrio y sin estridencias, todo un lobo con piel de cordero.